jueves, 5 de diciembre de 2013

No me pude resistir

Como pequeño regalo de Navidad adelantado (¿a quién engaño?, no será el último) adquirí estas cuatro figuras a un excelente precio, de un coleccionista amigo que está, de a poco, desarmando su colección y conoce mi amor por esta línea.


Realmente ha sido una mezcla rara de oportunidades, entre cosas nuevas y no tanto, en buen estado y no tanto. Plastic Man está excelente, salvo por un detalle grosero de pintura en la espalda. Suponemos que en la fábrica alguien puso el dedo donde no debía y bueno, ahí ha quedado el borrón. Uno más de los detalles a los que nos acostumbró Mattel con estas figuras. Como es un personaje que no tenía, es una ganancia directa.

Superman Justice Lord sí lo tenía, nuevo y en perfecto estado de pintura (este tiene la capa muy manchada en la parte trasera y varias partes borradas, como el cinturón, la nuca, el símbolo). ¿Por qué lo compré? Porque decidí, nuevamente, arriesgar un custom, en este caso del Superman con el traje negro, cuando se recuperaba de su muerte. Las partes blancas son perfectas para repintar encima de plateado (y eso incluye la capa), y quiero ver si puedo despintar con facilidad el blanco que sobre; si no, repintaré encima de negro. Es algo sencillo, para ir aprendiendo y cometiendo errores con una figura sin muchas complicaciones ni tener que desarmar. A ver qué sale.

¡Lightray lo tenía! Pero en una versión mal hecha. El mío no ha sido el único: hay varios dando vuelta (los he visto en venta, por Internet) que no tienen pintada la parte trasera del pantalón rojo, y cuyos detalles en dorado no incluyen las elaboradas líneas negras, así como tampoco las líneas doradas en las botas. Se ve que una tanda ha salido mal de la fábrica y es la única "versión" que he visto. Este, en cambio, está impecable, nuevo y con todos estos detalles. Hago de cuenta que compré una figura que no tenía. La otra, tal vez, también irá para custom.

Finalmente, una variante de Wonder Woman que tampoco tenía, con capa roja. Hace tiempo estuve cerca de comprarla y no pude. Esta está en mal estado: tiene detalles serios de pintura a la altura de los pechos (en esta versión sobresalen como los de Afrodita A, y no es raro que se gasten en las puntas), y la articulación de la cintura está rota y pegada, por lo que no puede bailar. Más allá de este desgaste, tiene detalles de fábrica: dos manchas muy leves en las piernas y la mancha azul en la capa, que está de los dos lados, a la misma altura, por lo que evidentemente no ha sido por malos tratos, sino por un problema con el material plástico. En un primer momento pensé también en usarla para custom, pero temo que si la desarmo se romperá. Así mismo pensé en recuperar la capa y ponersela a una WW que no la tuviera, pero de nuevo, para eso debería desarmarla y arriesgarme a que se rompa. De manera que por ahora, a pesar de su estado, como me salió casi regalada, la tendré como una figura más. Mi experiencia como coleccionista me dice que es preferible tener algo en mal estado hasta conseguirlo en buen estado, y no dejar pasar este tipo de oportunidades.

Ya habrá más sorpresas para fin de año, así que los mantendré informados.

viernes, 29 de noviembre de 2013

Coleccionar, no juntar

Durante un buen tiempo no agregué ninguna figura a la colección, porque no tenía estabilidad económica y había otras prioridades en cuanto a qué gastar el dinero. Ahora la situación mejoró, pero estoy pensando en comprar otras cosas y ahorrar, por lo que no quiero lanzarme a gastar demasiado en nuevas figuras.

La solución que desarrollé es sencilla: desprenderme de otras colecciones, o al menos, de parte de ellas.

Una de las cuestiones importantes a la hora de coleccionar es saber la diferencia entre coleccionar y juntar cosas. En su momento, compré de a poco un pequeño grupo de miniaturas de Star Wars a bajo precio, porque me gustaron mucho. Soy fan de las películas y de hecho colecciono también miniaturas del juego de rol (ni sé la cantidad que tengo).

Estas miniaturas eran diferentes, más grandes y con muy buenos detalles (algunas incluso tenían articulaciones), por lo que me entusiasmaron. Pero después fui descubriendo que son relativamente caras y difíciles de conseguir en Argentina. Dejé de comprarlas, y hace tiempo las tenía guardadas en un estante, sin prestarles mucha atención.

Esa mini colección no iba a seguir creciendo, algunas miniaturas no me interesaban demasiado y no tenía sentido dejarlas allí si no las estaba valorando. Para colmo, tengo poco espacio en casa y me daba la impresión de que no eran necesarias: estaba juntando, no coleccionando.

Es por eso que decidí vender la mayoría (me quedé con algunos clone troopers que me gustaron mucho) para recuperar al menos parte de lo invertido y volver a ponerlo en mi principal colección, que es la de la Justice League.

A veces uno tiene que hacer sacrificios, porque no podemos coleccionarlo todo. Es normal entusiasmarse y comprar otras cosas que no encajan en las colecciones que tenemos, pero hay que mantener un sano equilibrio. De otra manera empezamos a juntar, sin ton ni son, y luego es difícil desandar el camino.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Una vitrina de colección (y V) + un vistazo a mi colección

Desde hace ya mucho tiempo tenía ganas de publicar esto, pero lleva tiempo organizar todas las fotos y administras mis otros blogs y todo lo demás.

Una vez terminada la restauración de la vitrina, hice algunos malabares con el espacio para poder colocarla en mi pieza, y rápidamente comencé a llenarla con las figuras. Proceso que tomó su tiempo porque mientras lo hacía, tenía que terminar de armar bases para algunas figuras, reparar otras bases, pintarlas y demás. En total me tomó unas dos semanas.

No todas las fotos fueron sacadas en perfecto orden, pero sirven para darse una idea de cómo las fui distribuyendo. En el primer estante, los héroes y heroínas principales del show; en el segundo, los villanos y villanas; en el tercero, las figuras de 10 pulgadas y los héroes y villanos que no aparecieron en el show o tuvieron una aparición menor.

No tengo más para decir. Que lo disfruten. Espero pronto retomar cierto ritmo y poder acercarles más comentarios y reseñas de cada figura de la colección.


sábado, 24 de agosto de 2013

Una vitrina de colección (IV)

Una vez lijada y arreglada la superficie exterior e interior del mueble (lo que no se iba a barnizar se limpió profundamente), quedaba la fase final: la pintura.

Una de las cuestiones que me había preocupado era el color de las maderas. Recordemos que no iba a reenchapar todo el mueble, sino gran parte. Las puertas de la baulera iban a quedar con su recubrimiento de raíz de nogal, y había sectores que no tenían enchapado y que por lo tanto sólo serían lijados y repintados. Para colmo, descubrí en este proceso que el mueble estaba hecho con varios tipos de maderas, algunas más rojizas, otras más blancas, algunas más lisas, otras con más dibujos.

En un principio había pensado en usar algún tipo de tintura para emparejar los colores, aprovechando que ahora los barnices son realmente traslúcidos y se podía buscar un tono similar. Sin embargo, una nueva consulta a nuestros carpinteros amigos me dejó un buen consejo. Para emular el color que tendrá la madera luego de ser barnizada, y tener una idea de los colores, lo mejor es pasarles thinner o aguarrás con un trapo.

De esta manera pudimos ver que, aunque lijadas las diferentes partes del mueble se podían ver varios tonos de madera, al pintarlas iban a quedar mucho mejor. En realidad la vitrina quedaría de dos tonos, pero de manera armónica, con un color más oscuro en la mayor parte y un tono más claro en las puertas inferiores. Así que comencé a pintar más tranquilo.

Decidí utilizar un barniz satinado, que no es tan brillante, y comencé por la parte superior. El problema que tuve es que luego de agotar el pequeño tarro que tenía, no pude conseguir más barniz ¡por una semana! Es cierto, no tenían en ninguna de las ferreterías de mi barrio (4, en un radio de pocas cuadras) ni tampoco en la pinturería donde había comprado el tarro anterior. Así que estuve puteando durante varios días (incluso durante un fin de semana largo) porque tenía ganas de trabajar y no tenía con qué.

Finalmente, luego de esta demora, continué donde había dejado. Una de las buenas ideas que tuve funcionó doblemente. Había tapado con papeles los vidrios de las puertas para evitar rayarlos accidentalmente al lijarlas, y para que no se acumulara polvillo sobre esas superficies. Como nunca los quité, no fue necesario volver a ponerlos en el momento de pintar el mueble; sólo tuve que reforzarlos un poco y cubrir algunas partes que se habían salido.

Así, de a poco, fui cubriendo toda la superficie exterior. En general el proceso no tuvo ningún problema ni tuve que rehacer nada importante, salvo alguna que otra vez en la que cargué demasiado el pincel y sin darme cuenta generé alguna que otra marca de derrame. De todas maneras, como le ponía atención a los detalles, estos errores eran descubiertos rápidamente y podía corregirlos con la pintura todavía fresca.

Al ver la diferencia de tonos uno puede comprender mi miedo.


Lo que implica tener tres tipos de maderas.

Ahora bien, una vez terminada la parte superior, exterior, tocaba pasar a la inferior y a la interior. Para esto dejé que la pintura se secara bien y volteé el mueble, apoyándolo en una mesa de jardín.

En esa parte me esperaba un trabajo enorme, como se podrá ver en las fotos que siguen.

Era la parte del mueble que más había sido maltratada por la humedad, el abandono, la grasa, la suciedad, etc. Incluso encontré la indeseable prueba del accionar de insectos, posiblemente cucarachas, que habían hecho allí sus nidos.

Para colmo, esta parte del mueble nunca había tenido barniz, por lo que ciertas partes estaban en muy mal estado: manchadas, llenas de grasa e incluso la madera a veces tenía una contextura gomosa, tan deteriorada por la humedad que había perdido su característica dureza.

Luego de un rato renuncié a usar lijas, ya que la grasa las empastaba. En su lugar volví a usar una espátula algo afilada, que me permitió remover la grasa, junto con líquidos de limpieza. Por si fuera poco, en la parte exterior de las patas había restos de pegamento del enchapado que no salían, y se quedaron ahí.

En las fotos puede apreciarse lo opaco de la madera. En las esquinas, las manchas blancas marcan antiguos nidos de cucarachas, tal vez lo más asqueroso que tuve que remover. Ni qué decir que luego de hacerlo me lavé bien las manos, y luego procedí a lijar todo el conjunto para poder darle una buena mano de pintura. Los resultados fueron muy buenos.

Primera mano de pintura, más ligera. Después les dí una
más espesa, para una protección mayor.
A pesar de lo que había decidido previamente, y viendo que tenía suficiente pintura y tiempo, decidí pintar el interior de la baulera, que estaba en buen estado pero que tampoco había sido pintado nunca.

Más adelante, también, cuando volví a poner el mueble en posición vertical, decidí pintar el piso de la parte superior. Allí la pintura estaba opaca y rayada; en un rato la lijé suavemente y la pinté con una sola mano, ya que no había falta más que eso.

En suma, a pesar de agregar trabajo en esta parte del proceso, no gasté mucho más tiempo, ya que las grandes extensiones son más fáciles de pintar, sobre todo si están horizontales.

Así quedó el piso de la vitrina. Iba a lucir muchas de las
piezas, así que tenía que quedar bien.


Los detalles, para el final

Una vez terminada la pintura, me puse a trabajar en los detalles finales. Principalmente, la limpieza de las manijas de las puertas y la rectificación de las chapas de las cerraduras.
A la izquierda, una manija sucia; a la derecha, una limpia.
Había manchas que no salieron con el producto de
limpieza de metal, pero el resultado es incomparable.
Originalmente pensé en poner manijas nuevas, ya que las originales estaban en mal estado. Me habían contado que se podían conseguir buenos herrajes, de bronce, en una tienda especializada. El tema es que al ir allí, había demasiadas opciones. Los mejores herrajes eran muy caros; para colmo, a veces no coincidían con el estilo del mueble. Encima de todo, las manijas con dos brazos no coincidían con los agujeros en la manera (había llevado una de muestra y siempre eran o más largas o más angostas).

De manera que tuve que decidir por comprar pomos individuales, de plástico. Sin embargo, no me gustaban mucho, y finalmente, por este y otros motivos, decidí ver si podía limpiar las manijas. Además, descubrí que las planchas de plástico que estaban quebradas podían quitarse sin que la manija dejara de servir. Así que las removí, las guardé para copiarlas y reemplazarlas por otras hechas de madera (en el futuro, pediré ayuda a mis amigos carpinteros) y las puse así como quedaban.

El resultado no fue tan malo, como puede verse.

Lamentablemente la llave no respondió
igual de bien a la limpieza. Pero por lo menos
funciona de maravilla en ambas cerraduras.

El ojo de la cerradura de la puerta superior estaba tan
maltratado que no pude enderezarlo como quería. De todas
maneras, tomé una decisión práctica: lo puse en la puerta
de abajo, donde es menos visible.

Pero no todo terminó ahí. Para mí, que me gustan los detalles históricos, quedó esta curiosidad.

Al limpiar la parte trasera, que no pinté, encontré esta etiqueta de una carpintería. No sé si repararon o construyeron el mueble; la dejé tal como se ve. Lamentablemente no tiene ningún indicio de año en que fue pegada, y se puede ver muy poco de su contenido, ya que está muy deteriorada. Lo principal es el nombre de la carpintería: "Scarabino Hermanos", y parte de la dirección, en Rosario. Lamentablemente el primer dígito de la misma está cortado, literalmente, por la insición de algún objeto cortante, por lo que no sé si es un 8 o un 3 o qué más.

Es una cuenta pendiente; apenas pueda trataré de investigar algo, para saber, al menos, si esta carpintería o lo que sea sigue estando abierta, si está el edificio que la cobijó, etc.


¡Terminado!

Y sí... después de todo esto, ya no queda decir más. Es la foto que estaban esperando, ¿no? Bueno, ahí van algunas, de cómo quedó el mueble inmediatamente después de ser terminado en mi patio.







Y la final es una foto muy especial. El día en que lo metí en mi pieza empecé a poner en él las figuras, para tener idea de cómo iba a acomodarlas y de cuantas cabrían. Pero, ¿cuales poner primero? La respuesta fue sencilla: las dos que me iniciaron en la adicción: Huntress y Question.



Por la foto puedan darse cuenta que entran muchas, pero muchas figuras en cada estante... Pues bien, esas se las debo. Es la parte final de mi crónica y vendrá en unos días: cómo llené el mueble con mi colección y cómo quedó todo el conjunto. Será para más adelante.

lunes, 12 de agosto de 2013

Una vitrina de colección (III)

Una vez pasado lo peor, es decir, el reenchapado, comenzó otra fase, mucho más sencilla aunque no menos cansadora: dejar todo listo para la pintura.

El tema tenía, cómo no, sus cuestiones. La principal era que no había reenchapado todo el mueble, porque el material disponible no me alcanzaba. Las puertas inferiores eran muy grandes y no tenía planchas lo suficientemente anchas. Por otra parte, estaban en condiciones bastante decentes, por lo que me parecía una pena quitarlas. Por lo que me dijeron, el enchapado es de raíz de nogal o algo así, y los dibujos son bastante interesantes.

Como puede verse en la foto, los tonos de las maderas son diferentes, y este era uno de los temas a tener en cuenta: que el mueble no quedaran como un frankenstein. En realidad, por lo que pude ver en esta parte del proceso, ya desde entrada el mueble había sido construido con maderas muy diferentes. Más allá del color, una vez uno comenzaba a lijar, notaba diferentes texturas y dibujos debajo del barniz y la suciedad. Así que dejé de sentirme culpable por no haber enchapado todo.

Para colmo, algunas superficies, como las patas delanteras, estaban muy manchadas por la humedad, la grasa o partes del pegamento del enchapado anterior que no pude retirar ni lijar. No insistí demasiado, para no dañar la madera.

Así fui lijando todo el mueble, con algunas excepciones. La parte interior superior quedó igual, ya que el barniz estaba impecable. Sólo lijé el piso central de la vitrina, que estaba muy rayado a causa de muchos años de posar cosas en él.

La cajonera no trajo problemas, pero tuve que gastar algo más de tiempo en lijarla porque tenía manchas de humedad. Me sorprendió ver que nunca había sido barnizada: la madera estaba al desnudo en piso, techo y paredes. En realidad no pude sacar las manchas de humedad, que habían penetrado la madera y la habían deformado un poco, pero me quedé conforme sabiendo que el barniz taparía algo y que la protegería de ahí en más.

Fue así que más o menos lentamente fui dejando al mueble listo para la pintura, trabajando un rato cada día y llenándome de polvillo. Para no perjudicarme la respiración trabajé con un trozo de tela a modo de máscara, ya que algunos días eran ventosos y estaba comenzando el otoño. Hay que tener en cuenta la seguridad y la salud.

En fin, les dejo algunas fotos del proceso y de ciertas áreas del mueble. En la siguiente entrada les mostraré cómo lo fui pintando y cómo quedó antes de ser poblado por mi colección. Nos vemos.


La madera de los costados era diferente de la de la
parte superior, con otro tono y dibujo de la madera.


Una puerta lijada y la otra no. Obsérvese las manchas de
pegamento y humedad en las patas.

Para tapar algunas hendiduras entre planchas de enchapado
tuve que recurrir a una solución práctica: cola de carpintero
más polvo de madera del lijado. Quedó perfecto.

Tuve que revisar los agujeros para la cerradura
y las manijas de la puerta superior.

Una puerta en proceso de lijado. Por suerte el enchapado
era bueno y se dejó trabajar.

martes, 23 de julio de 2013

Una vitrina de colección (II)


La vitrina ocupaba su espacio en el
patio, así que había que acelerar su
restauración. Aquí pueden verse las
estanterías, arriba del techo, junto con
una plancha de enchapado. Las ventanas
ya habían sido tapadas para el proceso
de pintado, y hay una pieza de
enchapado en la parte inferior, en
proceso de medida. Abajo, un
acercamiento de la parte inferior.
Como comenté en la entrada anterior, el proceso de quitar el enchapado fue, por mucho, el más complejo, lento y cansador. No por nada nuestros muebleros amigos lo calificaron como "trabajo de preso".

El calor y el cansancio con aquella tarea hizo que, por varios días, trabajara poco o nada en el mueble. A veces era porque no tenía tiempo, o porque los ratos libres eran en horarios donde la luz del sol no estaba muy presente y se complicaba ver los detalles.

Pero también tengo que reconocer algo de cansancio mental: parecía una tarea titánica, que nunca debería haber emprendido. Estaba perdiendo las ganas y pensé en meter la vitrina a mi casa sin terminar la restauración.

Pero no bajé los brazos del todo. Necesitábamos recuperar el patio, ocupado en gran parte por la vitrina, así que junté fuerzas de nuevo y empecé a trabajar una o dos horas diaras, como en los mejores tiempos.

Había perfeccionado ya la técnica para quitar el enchapado, utilizando una espátula de metal y un martillo de madera, de los que se usan para ablandar la carne (martillo que hice hace muchos años cuando tuve carpintería en la escuela secundaria).

Había días en los que quedaba con los brazos muy cansados por los golpes y por tener que trabajar en ángulos incómodos, encorvado o incluso tirado en el suelo. Lo peor eran los días en los que apenas avanzaba algunos centímetros cuadrados, luego de una hora de trabajo. Pero todo sumaba, y así, lentamente, el mueble quedó al desnudo.

En ese momento tuve que aprender, de cero, toda una nueva serie de técnicas, para comenzar con la otra parte de la restauración, menos cansadora pero más compleja a nivel de detalle. Había que cortar, pegar y ajustar las láminas de enchapado sobre la madera.

Mis consejeros me habían dado gratuitamente unas planchas de madera de petiribí, de un milímetro de grosor.

Rápidamente aprendí que no era tan fácil cortarlas, como me habían sugerido. La madera era extremadamente fibrosa, por lo que el trayecto del cutter se torcía muy fácilmente. Además, no sé si por estar deteriorada o por una característica de esta madera, tenía deformaciones similares a las que causa la humedad. Esto hacía casi imposible trazar líneas rectas sobre la madera, tanto fuera con un lápiz como con un instrumento de corte.

Como consecuencia de esto, tenía que recortar planchas más grandes de lo pensado, porque me arriesgaba a que una línea desviada dejara como resultado una pieza más chica de lo necesario.

El proceso de trabajo era el siguiente: una vez había desenchapado la mayor parte del mueble, elegía una parte que volvería a enchapar, marcaba y cortaba esa parte y finalmente la pegaba. Esto me tomaba aproximadamente una hora de trabajo; a veces más, cuando necesitaba limpiar bien la superficie (lijando sobre lo arrancado, para eliminar restos de madera y pegamento), o cuando la pieza era grande o tenía alguna complicación.

Una vez marcado y cortado el fragmento de enchapado, la técnica que me habían enseñado era sencilla en teoría. Se ponía cemento de contacto en ambas caras: tanto en el reverso del enchapado como en la superficie del mueble. Se dejaba secar el pegamento unos minutos, hasta que ya no se pegara a la piel si se apoyaba un dedo en el mismo. Entonces se apoyaba con mucho cuidado la pieza en el sitio indicado.

El proceso era lento y cansador, pero luego de un tiempo,
cuando uno veía los resultados de ser tan cuidadoso y
atento a los detalles, había que sonreír. Aquí puede verse
el vértice superior del techo del mueble, además de una parte
de la puerta derecha.
Esto debía hacerse con precisión de milímetros, porque una vez en contacto las dos superficies de pegamento, era MUY difícil separarlas, e incluso desplazarlas vertical u horizontalmente.

Cuando ya la pieza estaba puesta y coincidía correctamente, lo que se hacía era frotar vigorosamente una pequeña plancha de madera redondeada, para asegurarse que las dos películas de pegamento se unieran, y para aplastar cualquier imperfección en forma de burbuja.

Esto también tomaba tiempo: a veces uno o dos minutos bastaban, pero hubo casos en los que había que estar cinco minutos sin pausa yendo y viniendo sobre la madera, descansar algunos minutos, verificar que nada se hubiera despegado y empezar de nuevo al ver que no era así.

Una vez me aseguraba que la pieza se hubiera pegado correctamente, había que esperar uno o dos días para asegurarse que el pegamento estuviera completamente seco. Más de una vez, incluso pasadas varias horas, descubría que alguna parte se había levantado, por lo que tenía que salir de nuevo con la pieza de madera para alisar la burbuja.

Para cuando comencé con esta parte de la restauración, todavía no había despegado totalmente el enchapado del mueble; preferí pegar algunas partes para ir practicando. Esos aprendizajes, que incluían errores, me permitieron trabajar un poco más cómodamente más adelante, cuando terminé de despegar todo el enchapado y empecé a pegar el nuevo. Si bien estaba mucho más motivado, de todas maneras me tomó un buen tiempo. Como cada trozo me tomaba entre una hora y una hora y media, casi siempre pegaba uno por día, y había que pegar 24 piezas, si no cuento mal. Y las más pequeñas eran, a veces, las que más trabajo me traían.

Una vez pegué la última pieza y esta se secó, acometí la parte final de la restauración: lijar todo el mueble para poder pintarlo. Pero eso ya es material para otra entrada. Nos vemos en unas semanas.

Lijando la parte superior de una de las puertas inferiores. Puede apreciarse
el nuevo enchapado en las puertas superiores y en la base de la vitrina.

miércoles, 26 de junio de 2013

Una vitrina de colección (I)

Hablé hasta ahora de dos estanterías que utilicé para guardar parte de mi colección, mientras no sabía qué hacer con la totalidad de la misma. Con más de 100 figuras, no había espacio suficiente en las estanterías de bibliotecas y otros lugares de mi habitación. Además, ahí seguían juntando polvo y cayéndose de vez en cuando, con el consiguiente temor de resultar dañadas.

El tema me seguía preocupando y no le encontraba respuesta. Había pensado en cerrar con vidrio o acrílico una sección de una biblioteca que estaba sin uso, pero eso hubiera sido caro. Además era una parte muy poco iluminada de la casa, lo que le hubiera quitado a la colección mucho impacto visual. Necesitaba centralizar todo en un solo lugar, uno que llamara la atención y la preservara del polvo.

La vitrina, así como la vi por primera vez,
antes de llevarla a mi casa.
De pronto me encontré con la solución perfecta. Una parte de la familia se mudaba, por razones que no vienen al caso, y no se llevarían algunos muebles de su antigua casa. Mi madre recordó que uno de esos muebles era, justamente, una vitrina, como las que se usaban hace medio siglo (y más) para guardar copas y cristalería en general.

Aquí se mezclaron otros intereses. Soy aficionado a las cosas antiguas (sean vehículos, edificios, muebles o aparatos) y me da mucha pena verlas tiradas, rotas o arruinadas. Adoro encontrar historias sobre esos objetos: este, para colmo, era parte de mi familia. De pronto todo estuvo claro. Tenía que salvar ese mueble de la destrucción. Nuestros familiares estuvieron de acuerdo en cedermelo, sabiendo que iba a darle mucho cuidado y buen uso.

Ahora bien, del dicho al hecho hay mucho trecho. El mueble en sí tenía más de medio siglo, por lo que me comentaron mis parientes; de hecho calculamos unos 60 años o tal vez un poco más. Por si fuera poco, al desgaste por el uso normal se le agregaba, según pude ver al recogerlo, que la humedad había hecho su trabajo sobre ciertas partes de la madera, manchándola y curvándola ligeramente.

Con todo, se trataba de un muble sólido, y al sacarlo a la calle y ponerlo al sol, se fue formando la idea de restaurarlo. De alguna manera.

Hasta ese momento, la idea más remota para guardar la colección había sido comprar o hacer armar un mueble. Pero no tenía trabajo y el costo hubiera sido muy elevado. Ahora, con el mueble indicado en mi poder, se me ocurrió que restaurarlo tal vez fuera más económico (por cierto, soy gran fanático del programa Los Restauradores, ya adivinarán por qué).

Vista de la parte inferior. Se nota el enchapado roto en las
manchas de color diferentes, principalmente en la parte
central, donde hay una pequeña repisa que rodea la parte
superior del mueble. También puede verse la parte inferior
de las patas, completamente negras por la grasa.
Una vez llevado a mi casa y puesto en el patio (algo que tuvo su esfuerzo, por su tamaño y su bajo centro de gravedad), el posible costo de la restauración comenzó a elevarse. El espejo de atrás estaba bastante manchado, y la única solución era hacerlo replatear, operación según me dijeron bastante cara. Las manijas de las puertas, parcialmente metálicas, estaban rotas: cada una tenía una pieza plástica (¿baquelita?) y las tres estaban partidas. Obviamente las partes metálicas estaban manchadas, y las cerraduras, aunque funcionaban bien, estaban golpeadas de tanto errar el agujero (por suerte tenía la llave en buen estado, aunque casi negra).

El mueble, aunque estaba hecho de madera sólida, tenía en su mayor parte un enchapado de diferentes maderas. No había panel que no hubiera perdido al menos un pedazo, aunque los peores estaban en la puerta superior izquierda. El enchapado de la parte media era un desastre, y uno de los chaflanes directamente no tenía enchapado, dejando ver la textura de rayas que le habían hecho a la madera para mejorar el agarre del pegamento.

El chaflán sin enchapado, ya lustrado.
Las manchas blancas de arriba es el
residuo de la limpieza de los cristales.
La parte inferior era una baulera donde esperaba poner muchas cajas que tenía sueltas en la habitación (entre ellas las cajas que tienen los envases de las figuras que compré en cajas). Algunas cosas no tenían solución: por ejemplo, la humedad había afectado a su interior, que nunca había sido barnizado, manchándola y deformándola. Por eso las puertas no cerraban muy bien y había que forzarlas. El enchapado de las mismas, aunque en relativo buen estado y no se había levantado, estaba cuarteado y daba pena. Pero lo peor eran las patas. Las dos delanteras, más anchas, habían perdido casi todo su enchapado, estaban manchadas de humedad u otras cosas, y parte de ellas estaban totalmente negras debido a la grasa adherida.

Sin embargo, había ahí mucho material bueno. En primer lugar, como todo mueble antiguo, la madera utilizada era sólida: nada de aglomerado o materiales que se dañaran de manera irrecuperable. Todo podía ser lijado y recuperado con más o menos trabajo. Los cristales de las puertas y estanterías estaban en perfecto estado. Y digo cristales porque según me dijeron, no es vidrio: hay una diferencia de calidad, porque estos muebles se hacían con material de mayor calidad, cuyo costo ahora es prohibitivo. La prueba está en las estanterías, de casi medio centímetro de grosor, que pesan, creo yo, cerca de un kilo cada una.

Al poco tiempo comencé a limpiarlo, mientras evaluaba cabalmente qué era lo que tenía que hacer. La grasa podía sacarse: de pronto el techo dejó de ser negro y descubrí que no tenía enchapado (era una placa de finas láminas de madera unidas por pegamento, afortunadamente en buen estado). El mueble podía lustrarse con cera, y se podían corregir otras cuestiones menores. Pero la falta del enchapado arruinaba su aspecto.

La vitrina, con el trabajo de des-enchapado
en sus primeras etapas. Pueden verse, arriba,
las planchas de enchapado nuevo, listas para
ser utilizadas.
Fue así que consultamos a unos muebleros vecinos (a quienes les estamos totalmente agradecidos). Nos comentaron que este tipo de trabajo era muy costoso en tiempo y esfuerzo, por lo que resultaría caro de encargarse. El enchapado viejo tenía que ser removido: desde ahí había dos elecciones. O colocar un enchapado nuevo, o lijar y lustrar la superficie de madera para quitar las marcas y dejarlas pulidas.

Después de pensarlo un poco, decidí elegir el re-enchapado. Por lo que me habían dicho, no requería de herramientas particulares ni de gran experiencia o conocimiento, por lo que mis vecinos, más que generosos, me dieron sin costo el material para hacerlo, así como un un curso rápido acerca del tema.

Sin embargo, quitar el enchapado antiguo iba a revelarse muy agotador, además de problemático. Había sitios en donde uno podía hacer ese trabajo con el dedo (como puede verse, por ejemplo, en la parte superior, que forma el techo de la vitrina). Sin embargo, en ciertos lugares había que tener cuidado para no llevarse puesta parte de la madera sólida, que se aferraba firmemente al pegamento utilizado. Ese fue el primer error que cometí, en ciertos lugares.

Tengo que reconocer que luego de un tiempo, la cosa se complicó bastante. Afortunadamente era verano, y podía disponer de gran parte de mi patio para esas tareas, durante horario matutino, cuando el sol hacía tolerable el esfuerzo físico. Lamentablemente, cuando terminé las partes más fáciles, las que eran más complicadas comenzaron a desanimarme, y de pronto sólo hacía ese trabajo durante unos minutos al día.

Pero no quiero alargar más esta entrada. El proceso de restauración fue arduo, y seguiré contandolo de a poco en los días que siguen. Espero que les interese.

viernes, 7 de junio de 2013

La historia de la segunda estantería

Como comenté anteriormente, armé con bastante trabajo una estantería con vitrina improvisada al costado de una ventana, para aprovechar una estantería que tenía muy maltratada.

Pero mi idea no era poner eso solamente, sino pasar de otra pieza una estantería más grande. Esto se demoró bastante, porque había que perforar con taladro la pared y para eso necesitábamos que viniera un carpintero, que tenía que ayudarnos con otras cuestiones de la casa.

Un día cualquiera vino y en diez minutos la estantería estaba vaciada y en su nuevo lugar. Como se puede ver, no era la solución definitiva (tampoco lo había planeado así). Los dos estantes inferiores eran para poner cajas de CDs y DVDs, y sólo quedaba la superior. Pero en esta cabían muchas figuras, casi unas 30, por lo que decidí poner todas las que correspondían a los miembros fundadores de la Justice League. Salvo Batman, que como pueden ver, tenía su estantería aparte.

Así quedó. Eran 28 figuras del resto de los 6 miembros. Esta mudanza descongestionó la acumulación excesiva de figuras en lugares inadecuados, me dio una excusa para limpiarlos terminar algunas bases adicionales. Además, como descubrí con alegría, en esa zona no entraba mucho polvo, así que la ausencia de un vidrio no molestaba demasiado.

Sin embargo, lo que pensé como algo fijo terminó siendo algo temporal, y cuando apareció la oportunidad de conseguir una verdadera vitrina, enorme y con mucho más estilo, no lo dudé ni por un segundo. La conseguí y me puse a restaurarla, porque tenía muchos años. Pero esa es otra historia, que contaré a la brevedad.

Lo cierto es que hace unas semanas, mientras reacomodaba todo para incluir este mueble en mi habitación, decidí poner todas las figuras allí, por lo que fui quitando las que estaban en esta estantería. Obviamente también quité las que estaban en la estantería improvisada de la derecha, porque una no tiene sentido sin la otra. Esa primera vitrina vertical se usa ahora para poner figuras de Star Wars, que estaban diseminadas por varias bibliotecas y terminan juntando polvo y dificultando la limpieza de la casa.



 Arriba, cómo estaba todo. Abajo, cómo quedó después del comienzo de la mudanza. Los Batman fueron para el mueble, que será reseñado en próximas entradas. El espacio en donde estaban las figuras estaba planeado para poner cajas de películas, por lo que cabe perfectamente mi colección de DVDs de la Justice League, Batman: The Animated Series, las películas animadas de DC, etc. (todavía no estaban cuando saqué la foto).


Puede parecer algo tonto, o menor, que cuente esta historia de transición, pero es justamente eso, una historia de transición, que me ayuda a contar la que sigue, que es mucho más interesante. Nos vemos en unos días con más cosas para contar.

domingo, 26 de mayo de 2013

La historia de la primera estantería

Un mes exacto sin publicar nada nuevo. Es tiempo de ponerse al día y a lo grande, con algo que tendría que haber publicado en varias entradas, pero que ahora va todo junto, para compensar.

¿Cuál es el mayor enemigo de nuestras figuras? Los niños, dirán muchos. Pero aunque esto pueda ser cierto, en verdad, no hay niños en todas partes. Lo único que es imposible de evitar en un planeta llamado Tierra es eso, justamente. El polvo. Así que apenas pude me puse a pensar en formas de evitarlo.

Pero con pocos recursos y espacio, el año pasado tuve que ponerme inventivo. Lo que surgió fue la primera estantería dedicada a la colección. Para ello partí de una curiosa estantería de madera algo endeble, que tenía desde que remodelamos la casa.

La estantería en cuestión era una pieza larga, con tres divisiones muy altas. Estaba empotrada en la esquina de una pared que se cortaba, para delimitar una escalera. Como esa pared se demolió, la estantería quedó libre y decidí guardarla, sin saber bien para qué la usaría. Lo único que hice fue añadir más estantes, pegándolos con cola de carpintero, ya que la madera era muy delgada y no aceptaría clavos. Lamentablemente no tengo fotos de ese momento pero espero que se hagan una idea cuando vean las fotos.

Vi entonces que las figuras de la JLU entraban muy bien, por la altura, y que cabían tres figuras convencionales por estante. Sin embargo, el único lugar que tenía disponible estaba al borde de una ventana. ¡Iba a llenarse de polvo! Pero tenía, como ya dije, mi inventiva.

Al reacomodar mi pieza encontré muchas cajas de CDs y DVDs en mal estado: rotas o muy rayadas. Además, muchas simplemente sobraban, porque había tirado el contenido. Y como las tapas de esas cajas eran algo más grandes que las estanterías, se me ocurrió que podía improvisar unas puertas deslizables usando las partes de atrás de las cajas y fragmentos de las tapas, que tienen guías para los librillos de los CDs. Así que manos a la obra: tenía que probar el concepto para ver si era realizable.


Empezamos disponiendo todo lo necesario: las cajas de Cds, una tabla de madera para poder cortar, una lija para suavizar los cortes, una regla para marcar y el cutter o trincheta.




Con el cutter cortamos en dos cada tapa, para luego cortar a su vez lo que sobra en los costados. La estantería es más angosta, así que tuve que quitar medio centínetro de cada lado. Esto es necesario, además, porque las tapas tienen topes para evitar que se caigan los librillos, y estos impedirían el deslizamiento de la puerta.


Lo siguiente era cortar las puertas de acrílico de la vitrina. Para esto usé la parte trasera de las cajas de CDs. Para esto hay que desmontar totalmente la caja. Una cuestión a tener en cuenta: hay que elegir cajas que tengan limpia esa parte, que es muy propensa a rayarse. De otra manera la puerta no dejaría ver bien el interior y daría mal aspecto. Por esta causa tuve que descartar varias cajas.



Una vez cortadas las dos partes, elegí el estante de más abajo para la prueba del concepto. Pegué con cinta adhesiva las guías, que antes habían sido medidas y cortadas para que cupieran adecuadamente. Nótese que todavía no les recorté el sobrante superior e inferior. Debía medir bien cómo calzaba la puerta deslizante, para no cortar de más ni de menos.

Una vez visto que las puertas cabían adecuadamente en altura, tenía que medir y cortar en ancho. Mi idea era que una de las puertas fuera apenas más chica, para que la más grande la mantuviera en su lugar. De esta forma el polvo no entraría y sólo habría una forma de abrir la vitrina: quitar primero la puerta "maestra", que bloqueaba a la segunda.


Como había calculado, todo salió bien. Una vez cortadas las dos puertas, dispuse las tres figuras elegidas como puede verse en la foto. De esta manera todas eran adecuadamente visibles, gracias a cómo había diseñado las bases.

Entonces llegó la siguiente fase: construir estas vitrinas para la estantería, normalizando la producción de piezas. Para pegarlas a la madera, elegía utilizar silicona caliente, que trajo buenos resultados:



En estas dos fotos anteriores se puede ver cómo quedan los componentes mientras se los instala. El hecho de que las cajas de CDs tengan ranuras al costado facilitó la adherencia de la silicona. No es una vitrina a prueba de todo, pero tiene la resistencia suficiente para lo que se le pide.

Como era de esperar, aquello fue un lío de grandes proporciones. Había que encontrar suficientes cajas para todas las estanterías, pero como la idea era reciclar cajas viejas y no comprar nuevas, tenía que buscar algunas que estuvieran en mal estado, para poder cambiarlas por las que estaban en mejores condiciones, destruyendo las gastadas. Afortunadamente como las guías usaban la parte del costado de las cajas, podía descartar el centro, que a veces estaba muy sucio y rayado.

Esto que verán en las fotos me tomó varias semanas de largo trabajo de corte, lijado de bordes, mediciones y todo tipo de pequeños problemas. Aquí pueden ver cómo fue creciendo la estantería, de abajo hacia arriba:



Con seis estantes, cada uno con capacidad para tres figuras, mi primer idea había sido poner a toda la JLU en esta vitrina, aprovechando el hecho de que tenía varias versiones de cada personaje. Sin embargo, los miembros de la liga son 7, de algunos tenía más de tres versiones. Así que decidí que iba a poner solamente personajes de Batman: aliados y villanos. Cada nueva vitrina albergaba a tres más:



La adición del Joker con su malévolo instrumento de muerte marcó una rotura en la norma, ya que no entra otra figura en ese estante.

Sin embargo, para cuando llegué a esta altura y comencé la fabricación del estante inmediatamente superior, las condiciones de la colección habían cambiado. Estaba cerca la instalación de una nueva estantería, que iría pegada a esta, en donde podría poner más figuras (contaré la historia de esta otra estantería, la segunda, en otra entrada).

Además, encontré un problema inesperado: el último estante es apenas más grande que los demás (recuerden que su construción y remodelación fue improvisada, antes de tener en cuenta para qué la usaría exactamente). Es apenas más alto que las tapas de los CDs, por lo que la puerta deslizable quedaría bailando, según las mediciones que hice. Mientras trataba de solucionar este inconveniente, encontré algo más: la solución definitiva al problema del polvo en la colección. Un mueble nuevo.

Pero la larguísima historia de este nuevo miembro de la familia tomará más tiempo y es una de las razones por las que recién ahora puedo contar la historia de la primera estantería.

Mientras tanto los dejo con la primera estantería según está actualmente. Nunca la he abierto, las figuras están en perfecto estado y como pueden ver el diseño impide que se junte polvo en cualquier parte. Y aunque no tiene mucha luz (tal vez su único defecto), lo cierto es que la luz natural de la calle es suficiente, mientras la artificial la suple generalmente.

Pero bien, dejo de hablar y los dejo con ellas: